Antonia, una adolescente de catorce años, se trasladó a la ciudad con su familia para buscar un mejor futuro. Hace un mes habían llegado a la capital, en donde la gente se movía de un lugar a otro con rapidez, casi sin mirar a nadie. Al matricularse en un colegio se encuentra con chicos que tienen diferentes estilos de vida, de vestuario y de expresarse, lo cual le llama mucho la atención. La chica en su primer día de clase conoce a personas de su curso, que le preguntan cuál es su estilo.
- ¿Estilo? - Antonia no entiende. - No sé, nunca había pensado en eso.
- Tribu urbana, estilo, como sea - explica Juan, uno de sus compañeros.
- ¿Tribus qué? No había nada de eso en el campo...
- ¿En serio no sabes? - Juan estaba estupefacto
- ¿Qué? - Antonia cada vez entendía menos.
- Las tribus urbanas, obvio.
- No... ¿qué es eso? ¿Cuándo empezó?
Juan suspiró. En serio no creía que alguien de su edad no supiera de las tribus urbanas. ¡Pero si eran lo más corriente! Al ver a la chica con su cara de "No-entiendo-nada" decidió explicarle.
- Es un estilo de vida, en el cual te identificas con otros y contigo mismo... Es una forma de demostrar que estás aquí.
- Vaya... - Antonia estaba impresionada - ¿Y cómo hago para pertenecer a una de esas tribus?
- Eso depende de tus gustos. Puedes preguntar acá en el curso; hay varios que están en distintas tribus.
Desde aquel momento, Antonia comenzó a buscar su propia identidad. En cierta forma se sentía apartada de su grupo de pares, por lo que estuvo observando cada movimiento sin que sus compañeros se dieran cuenta. Junto a ella se sentaba Pamela, quien le empezó a enseñar cómo relacionarse con sus compañeros, y a conocer las diferentes tribus urbanas a las que pertenecían cada uno; estaban los otakus, punks, pokemones, hardcore, pelolais, etc., por nombrar algunos de ellos.
Cada día conversaba con gente distinta y cada idea que escuchaba era un incentivo para dejar volar su imaginación de cómo ella quiere verse en el presente y, más importante aún, en el futuro, y que el mundo le daría un lugar en él sin discriminarla por ser ella o por lo que ella ha elegido (obviamente, eso incluía la tribu en la que esperaba estar). Siempre veía cosas distintas: la manera de hablar, de compartir con los demás, los peinados, vestimenta, accesorios... ¡Incluso a veces se disfrazaban! Así pasó un año.
Con el tiempo, Antonia decidió a cuál tribu pertenecer: sería otaku. Una fanática de los dibujos animados japoneses, el cosplay y sus derivados. Al enterarse sus amigos, la acogieron de una forma increíble. La aceptaron y quisieron en seguida, y la trataron como una más de la "familia". Así encontró su identidad, tanto personal como grupal, aunque no sabía cuánto duraría. De todas formas, el ser humano siempre cambia, y esta historia también lo hará, ¿no?
Constanza Rodríguez (Ximena Valenzuela)
2010
Etiquetas: Creación Personal, Cuento